Otra de las actividades que se realizan en los pueblos, y más aún en La Rioja, y que no es exactamente un aprovechamiento de la naturaleza, pero casi, es el asado de pimientos.
Es una de esas cosas que al principio dan algo de pereza pero que con el tiempo se les coge cariño y se espera todo el año a que lleguen estos días de septiembre u octubre en que «celebrar» y asar esos pimientos de los que estaremos orgullosos todo el año como si fueran nuestros hijos.
Celebrar porque con la excusa del asado siempre se monta una chuletada o se compran unos chuletones para compensar a ese amigo o amiga que te echa una mano asando y pelando.
1.- Lo primero es elegir los pimientos. Hay muchas variedades según el tipo y la zona de procedencia: de cristal, najerinos, de Leiva o Tormantos, entreverados… y por supuesto y más importante: picantes o no.
Nosotros elegimos siempre pimientos entreverados de Santo Domingo y que piquen a rabiar. La comida riojana en general se basa en el picante; piensen en los chorizos, las patatas a la riojana, los callos, los pimientos rellenos…
2.- El siguiente paso es asarlos. Es preciso utilizar leña fina y mantener mucha llama puesto que queremos solamente quemar la piel sin que los pimientos se lleguen a cocer. Se puede hacer en una barbacoa grande o si lo hace uno solo y con tranquilidad, pues en la chimenea tomando un vinito…
3.- Después de asados esperamos un poco a que se enfríen y toca pelarlos; ésta es la parte crítica del asunto: es importantísimo que los pimientos no toquen el agua si se quiere conservar todo su sabor. Se tarda mucho más de este modo puesto que la tentación es meterlos en el agua y frotar pero no. Hay que armarse de paciencia y punto.
4.- Finalmente haremos tiras y ya están listos para cocinar, embotar o meter en bolsas para congelar y disfrutar todo el año.